LA RUTA DE LA SEDA
Los seres humanos se han trasladado de un lugar a otro y han comerciado con sus vecinos siempre. Así, a través de los años, la inmensidad de Eurasia fue atravesada por rutas de comunicación que se conectaron paulatinamente hasta formar lo que hoy día se conoce como las Rutas de la Seda. Asimismo, se desarrollaron las rutas marítimas o las rutas de las especias que unían a Oriente y Occidente.
Por estas vastas redes transitaban más que mercancías y materias preciosas: el constante movimiento y la mezcla de pueblos también dio lugar a la transmisión de conocimiento, ideas, culturas y creencias, lo cual tuvo un profundo impacto en la historia y la civilización de los pueblos euroasiáticos. Muchos viajeros se aventuraron en las Rutas de la Seda movidos por el aliciente del comercio, la aventura y el conocimiento y, ya en el siglo XIX, por los nuevos descubrimientos arqueológicos.
Sin embargo, estas antiguas rutas, utilizadas durante miles de años, que el general chino Zhang Qian, según se considera, abrió en el siglo segundo antes de Cristo, no tenían un nombre particular. "Ruta de la Seda" es una designación relativamente reciente, que data de la mediados del siglo XIX cuando el barón Ferdinand von Richthofen, geólogo alemán, llamó a esta red de comercio y comunicaciones "Die Siedenstrasse" (la Ruta de la Seda). El término, también utilizado en plural, ha permanecido en el tiempo para atizar nuestra imaginación con su misterioso poder de evocación.
Viajeros por las rutas de la seda
Los chinos estaban entre los primeros viajeros intrépidos que, a menudo arriesgando sus vidas, se aventuraron en las Rutas de la Seda, una vasta red de rutas que unen Oriente con Occidente. Su héroe incontestado fue Zhang Qian, a quien el Emperador Wudi, de la dinastía Han, envió a Occidente en el año 139 antes de Cristo para establecer alianzas contra los xiongnu, tradicionales enemigos de los chinos. Sin embargo, los xiongnu capturaron a Zhang Qian y lo encarcelaron.
Trece años más tarde, escapó y regresó a China. El emperador, que apreciaba la riqueza de detalles y la precisión de los informes de Zhang Qian, lo envió a visitar varios pueblos vecinos en el año 119 antes de Cristo. La exitosa misión abrió la vía a los futuros embajadores y viajeros entre Oriente y Occidente.
El budismo se extendió hasta China y varios monjes budistas chinos hicieron peregrinajes a India para traer textos sagrados. Sus diarios de viaje son una extraordinaria fuente de información. Por ejemplo, el diario de Fa Xian (que describe un viaje de catorce años, entre el 399 y el 414) ha sido un aporte sustancial a nuestro conocimiento de la historia del Asia Central durante el siglo V. El diario de Xuan Zang (cuyo diario abarca veinticinco años, entre el 629 y el 654) tiene un valor histórico enorme e inspiró una novela cómica del siglo XVI, "Peregrinaje a Occidente", que se transformó en uno de los más importantes clásicos chinos.
Durante la Edad Media, los monjes y comerciantes europeos viajaron en la dirección opuesta. Entre ellos, cabe destacar los casos de Giovani da Pian del Carpini, enviado del Papa Inocencio IV, cuyo viaje duró de 1245 a 1247, William of Rubruck, monje franciscano flamenco, enviado de San Luis, que viajó entre 1253 y 1255, y Marco Polo, cuyos viajes se extendieron durante más de veinte años, entre 1271 y 1292.
Durante el siglo XIX apareció un nuevo tipo de viajero: arqueólogos y geógrafos occidentales, exploradores entusiastas en busca de aventuras. Procedentes de Francia, Inglaterra, Alemania y Japón, estos investigadores atravesaron el desierto de Taklamakán en el oeste de China, en lo que es actualmente Xinjiang, para explorar los antiguos sitios a lo largo de la Ruta de la Seda y buscar las huellas de la influencia budista. Esto explica que los museos occidentales posean muchos frescos y objetos de arte de los antiguos sitios budistas de China, enterrados en la arena y traídos a Occidente, con o sin el permiso de las autoridades chinas, por Sir Aurel Stein (británico, 1862-1943), Paul Pelliot (francés, 1879-1945) y Albert von Le Coq (alemán, 1860-1930), entre otros.
En 1988, la UNESCO emprendió un proyecto decenal, titulado "Estudio integral de las Rutas de la Seda: rutas de diálogo". Como parte de este proyecto, se organizaron varias expediciones para volver a trazar, por tierra y por mar, algunas de esas rutas, con la participación de expertos de todos los países relacionados con ellas. El objetivo del proyecto, enfocado desde varias disciplinas, es establecer campos de estudio sobre los intercambios científicos, tecnológicos y culturales que se produjeron a lo largo de estas rutas entre Oriente y Occidente, con la intención de estimular nuevas investigaciones, en los ámbitos internacional y nacional, y promover el concepto de identidades múltiples y de patrimonio común.
Fuente
www.unesco.org
Por estas vastas redes transitaban más que mercancías y materias preciosas: el constante movimiento y la mezcla de pueblos también dio lugar a la transmisión de conocimiento, ideas, culturas y creencias, lo cual tuvo un profundo impacto en la historia y la civilización de los pueblos euroasiáticos. Muchos viajeros se aventuraron en las Rutas de la Seda movidos por el aliciente del comercio, la aventura y el conocimiento y, ya en el siglo XIX, por los nuevos descubrimientos arqueológicos.
Sin embargo, estas antiguas rutas, utilizadas durante miles de años, que el general chino Zhang Qian, según se considera, abrió en el siglo segundo antes de Cristo, no tenían un nombre particular. "Ruta de la Seda" es una designación relativamente reciente, que data de la mediados del siglo XIX cuando el barón Ferdinand von Richthofen, geólogo alemán, llamó a esta red de comercio y comunicaciones "Die Siedenstrasse" (la Ruta de la Seda). El término, también utilizado en plural, ha permanecido en el tiempo para atizar nuestra imaginación con su misterioso poder de evocación.
Viajeros por las rutas de la seda
Los chinos estaban entre los primeros viajeros intrépidos que, a menudo arriesgando sus vidas, se aventuraron en las Rutas de la Seda, una vasta red de rutas que unen Oriente con Occidente. Su héroe incontestado fue Zhang Qian, a quien el Emperador Wudi, de la dinastía Han, envió a Occidente en el año 139 antes de Cristo para establecer alianzas contra los xiongnu, tradicionales enemigos de los chinos. Sin embargo, los xiongnu capturaron a Zhang Qian y lo encarcelaron.
Trece años más tarde, escapó y regresó a China. El emperador, que apreciaba la riqueza de detalles y la precisión de los informes de Zhang Qian, lo envió a visitar varios pueblos vecinos en el año 119 antes de Cristo. La exitosa misión abrió la vía a los futuros embajadores y viajeros entre Oriente y Occidente.
El budismo se extendió hasta China y varios monjes budistas chinos hicieron peregrinajes a India para traer textos sagrados. Sus diarios de viaje son una extraordinaria fuente de información. Por ejemplo, el diario de Fa Xian (que describe un viaje de catorce años, entre el 399 y el 414) ha sido un aporte sustancial a nuestro conocimiento de la historia del Asia Central durante el siglo V. El diario de Xuan Zang (cuyo diario abarca veinticinco años, entre el 629 y el 654) tiene un valor histórico enorme e inspiró una novela cómica del siglo XVI, "Peregrinaje a Occidente", que se transformó en uno de los más importantes clásicos chinos.
Durante la Edad Media, los monjes y comerciantes europeos viajaron en la dirección opuesta. Entre ellos, cabe destacar los casos de Giovani da Pian del Carpini, enviado del Papa Inocencio IV, cuyo viaje duró de 1245 a 1247, William of Rubruck, monje franciscano flamenco, enviado de San Luis, que viajó entre 1253 y 1255, y Marco Polo, cuyos viajes se extendieron durante más de veinte años, entre 1271 y 1292.
Durante el siglo XIX apareció un nuevo tipo de viajero: arqueólogos y geógrafos occidentales, exploradores entusiastas en busca de aventuras. Procedentes de Francia, Inglaterra, Alemania y Japón, estos investigadores atravesaron el desierto de Taklamakán en el oeste de China, en lo que es actualmente Xinjiang, para explorar los antiguos sitios a lo largo de la Ruta de la Seda y buscar las huellas de la influencia budista. Esto explica que los museos occidentales posean muchos frescos y objetos de arte de los antiguos sitios budistas de China, enterrados en la arena y traídos a Occidente, con o sin el permiso de las autoridades chinas, por Sir Aurel Stein (británico, 1862-1943), Paul Pelliot (francés, 1879-1945) y Albert von Le Coq (alemán, 1860-1930), entre otros.
En 1988, la UNESCO emprendió un proyecto decenal, titulado "Estudio integral de las Rutas de la Seda: rutas de diálogo". Como parte de este proyecto, se organizaron varias expediciones para volver a trazar, por tierra y por mar, algunas de esas rutas, con la participación de expertos de todos los países relacionados con ellas. El objetivo del proyecto, enfocado desde varias disciplinas, es establecer campos de estudio sobre los intercambios científicos, tecnológicos y culturales que se produjeron a lo largo de estas rutas entre Oriente y Occidente, con la intención de estimular nuevas investigaciones, en los ámbitos internacional y nacional, y promover el concepto de identidades múltiples y de patrimonio común.
Fuente
www.unesco.org
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