viernes, abril 27, 2007
domingo, abril 22, 2007
EL DATO CURIOSO
84,8 millones de pasajeros pasaron por el aeropuerto Hartsfield-Jackson de Atlanta, convirtiéndolo en el terminal más concurrido del mundo.
DÍA DE LA TIERRA
El 22 de abril es el Día de la Tierra, nuestro único hogar. Además de celebrar todo lo que representa la Tierra, es una fecha que sirve como excusa para hablar de los problemas que sufre nuestro planeta y empezar a tomar conciencia sobre qué hacer desde nuestro lugar. ¿Y tú sabes qué hacer? Como viajero tienes muchas herramientas en tu poder que pueden hacer la diferencia. Conoce qué puede hacer un viajero para cambiar el rumbo de las cosas...
Nuestro planeta Tierra tiene ya 4,570 millones de años. Está ubicado en la galaxia Vía Láctea y es el tercer planeta del Sistema Solar. Pero más que eso: es el hogar de miles y millones de especies animales y vegetales que conviven generando un sin fin de paisajes, historias y experiencias entrelazadas entre sí. Como una perfecta simbiosis, dependemos todos de todos y si uno cae, caen los otros también.
El 22 de abril de 1970 algo se estaba gestando: el senador estadounidense Gaylord Nelson fue el autor del primer gran acto ambientalista en el mundo, donde 20 millones de norteamericanos tomaron las calles y los parques del país, para protestar en contra del deterioro ambiental. Recién veinte años más tarde el Día de la Tierra se convertiría en una fecha internacional, con el fin de celebrar el medio ambiente y nuestro compromiso con su protección.
Es cierto, tenemos un compromiso, amamos este mundo y odiamos ver las imágenes desgarradoras que nos presentan los medios. Pero si tanto amamos nuestro planeta ¿Por qué lo destruimos? Los viajeros que recorren las cuatro esquinas del mundo se asombran al ver cómo puede ser posible que en todos lados esté sucediendo lo mismo. Y no es algo que se esconde: está allí, a la vista de todos: basura, desechos químicos, polución en las ciudades, reservas naturales contaminadas, animales que se extinguen, aguas no potables, cambios climáticos... Y la lista es larga y casi infinita.
Por más que cerremos los ojos, eso va a seguir estando allí, enfrente de nuestras narices. Por eso resulta tan difícil ignorarlo. Por eso es importante actuar desde nuestro lugar.
Viajeros por un mundo mejor
Hay algo que desde hace varios años se viene gestando en la comunidad de viajeros. Se llama turismo sustentable, ecoturismo, LNT (Leave No Trace) y no es más que una propuesta abierta a los trotamundos para que el viajar se convierta en conocer, enterarse, aprender y no sólo ver paisajes.
Viajando se viven nuevas experiencias, pero viajar implica optar entre itinerarios, excursiones, hospedajes, transportes, actividades rurales, deportivas... Lo importante es saber que cada elección influye directamente en otros lugares y en otras personas. Hay que aprender desde ahora a elegir con conciencia. Por eso los proyectos de Turismo Sustentable, Ecoturismo y LNT son tan importantes: intentan reducir el impacto del turismo a cero.
Leave No Trace significa en inglés "No Dejes Rastro". Este movimiento aporta algo muy significativo: el concepto de recorrer un lugar y no dejar rastro alguno de nuestra presencia, recogiendo la basura que generemos, evitando los desperdicios al máximo y poniendo especial atención en no hacer daño al ambiente natural que nos rodea (no cortar flores, no cazar, conservar el agua limpia, etc.). LNT es un concepto que puedes utilizar cada vez que viajes, aplicándolo siempre que se pueda.
Por otro lado, el Turismo Sustentable se aplica bajo una regla general: "Tiene que ser ambientalmente amigable, socialmente justo y económicamente rentable". Es el turismo por el que todos bregamos porque, además de proteger el medio ambiente, se preocupa por las personas que viven en la zona, fomentando su ocupación, mejora social e incluyéndola en los proyectos turísticos para crear un bienestar general. El Turismo Sustentable es una forma equilibrada de hacer turismo para que, tanto el local como el viajero, se sientan a gusto y saquen provecho de la experiencia.
Finalmente, en el Ecoturismo o Turismo Ecológico se pone especial énfasis en "las actividades turísticas, privilegiando la preservación y apreciación del medio –tanto natural como cultural– que acoge a los viajantes".
A partir de estos conceptos puedes comenzar a investigar más sobre el tema, teniendo en cuenta otras opciones que pueden hacer una diferencia para que la futura generación de viajeros pueda seguir disfrutando de la Tierra.
Fuente: www.viajeros.com
Nuestro planeta Tierra tiene ya 4,570 millones de años. Está ubicado en la galaxia Vía Láctea y es el tercer planeta del Sistema Solar. Pero más que eso: es el hogar de miles y millones de especies animales y vegetales que conviven generando un sin fin de paisajes, historias y experiencias entrelazadas entre sí. Como una perfecta simbiosis, dependemos todos de todos y si uno cae, caen los otros también.
El 22 de abril de 1970 algo se estaba gestando: el senador estadounidense Gaylord Nelson fue el autor del primer gran acto ambientalista en el mundo, donde 20 millones de norteamericanos tomaron las calles y los parques del país, para protestar en contra del deterioro ambiental. Recién veinte años más tarde el Día de la Tierra se convertiría en una fecha internacional, con el fin de celebrar el medio ambiente y nuestro compromiso con su protección.
Es cierto, tenemos un compromiso, amamos este mundo y odiamos ver las imágenes desgarradoras que nos presentan los medios. Pero si tanto amamos nuestro planeta ¿Por qué lo destruimos? Los viajeros que recorren las cuatro esquinas del mundo se asombran al ver cómo puede ser posible que en todos lados esté sucediendo lo mismo. Y no es algo que se esconde: está allí, a la vista de todos: basura, desechos químicos, polución en las ciudades, reservas naturales contaminadas, animales que se extinguen, aguas no potables, cambios climáticos... Y la lista es larga y casi infinita.
Por más que cerremos los ojos, eso va a seguir estando allí, enfrente de nuestras narices. Por eso resulta tan difícil ignorarlo. Por eso es importante actuar desde nuestro lugar.
Viajeros por un mundo mejor
Hay algo que desde hace varios años se viene gestando en la comunidad de viajeros. Se llama turismo sustentable, ecoturismo, LNT (Leave No Trace) y no es más que una propuesta abierta a los trotamundos para que el viajar se convierta en conocer, enterarse, aprender y no sólo ver paisajes.
Viajando se viven nuevas experiencias, pero viajar implica optar entre itinerarios, excursiones, hospedajes, transportes, actividades rurales, deportivas... Lo importante es saber que cada elección influye directamente en otros lugares y en otras personas. Hay que aprender desde ahora a elegir con conciencia. Por eso los proyectos de Turismo Sustentable, Ecoturismo y LNT son tan importantes: intentan reducir el impacto del turismo a cero.
Leave No Trace significa en inglés "No Dejes Rastro". Este movimiento aporta algo muy significativo: el concepto de recorrer un lugar y no dejar rastro alguno de nuestra presencia, recogiendo la basura que generemos, evitando los desperdicios al máximo y poniendo especial atención en no hacer daño al ambiente natural que nos rodea (no cortar flores, no cazar, conservar el agua limpia, etc.). LNT es un concepto que puedes utilizar cada vez que viajes, aplicándolo siempre que se pueda.
Por otro lado, el Turismo Sustentable se aplica bajo una regla general: "Tiene que ser ambientalmente amigable, socialmente justo y económicamente rentable". Es el turismo por el que todos bregamos porque, además de proteger el medio ambiente, se preocupa por las personas que viven en la zona, fomentando su ocupación, mejora social e incluyéndola en los proyectos turísticos para crear un bienestar general. El Turismo Sustentable es una forma equilibrada de hacer turismo para que, tanto el local como el viajero, se sientan a gusto y saquen provecho de la experiencia.
Finalmente, en el Ecoturismo o Turismo Ecológico se pone especial énfasis en "las actividades turísticas, privilegiando la preservación y apreciación del medio –tanto natural como cultural– que acoge a los viajantes".
A partir de estos conceptos puedes comenzar a investigar más sobre el tema, teniendo en cuenta otras opciones que pueden hacer una diferencia para que la futura generación de viajeros pueda seguir disfrutando de la Tierra.
Fuente: www.viajeros.com
miércoles, abril 11, 2007
SACAGAWEA: EXPLORADORA Y DIPLOMÁTICA DEL NUEVO MUNDO
Sacagawea fue una indígena con grandes capacidades de exploradora y diplomática que abrió las puertas de su tierra guiando a los famosos expedicionarios Lewis y Clark desde la costa este hasta la costa oeste de EUA. Sacagawea fue una mujer que se enfrentó a una historia trágica y supo sobreponerse a las dificultades, siguiendo siempre fiel a su propio corazón. Una viajera más que se convierte en un símbolo para una nación entera y por qué no, en un modelo para tantos otros que sepan valorar su historia.
En 1786 nace una niña en una tribu indígena de Norteamérica. La criatura era especial y ya en su madurez, lejos de perderse entre el rol de las mujeres de su clan o pasar al anonimato y quedar simplemente como una persona más de la tribu Shoshone –que habitaban lo que es hoy el estado de Idaho-, Sacagawea –que en su lengua significa “mujer pájaro”– con tan sólo veinte años, resaltó sobre el resto de su tribu acompañando y guiando a los expedicionarios Meriwether Lewis y William Clark en sus viajes de exploración.
La belleza indígena puso luces en el camino de los aventureros indicando los pasos a seguir para explorar las costas del Océano Pacífico de Norteamérica, pasando así a formar parte de algunos de los viajes más importantes que abrieron paso al reconocimiento del territorio en este nuevo continente.
Pero la historia de Sacagawea empieza desde mucho antes. Ya desde el comienzo de su vida se vio signada por la necesidad de adaptarse y crecer para superar los problemas que fueron surgiendo en su vida.
Siendo aún una niña de 12 años, fue raptada por miembros de una organización tribal hostil a su grupo originario, los Hidatsa, quienes más tarde la dieron como parte de pago en una transacción comercial con un canadiense, Toussaint Charbonneau, que fue un descendiente de franceses dedicado al comercio de pieles.
Los años transcurrieron y este comerciante decidió convertirla en su esposa. Así es como al poco tiempo y con tan sólo 16 años, Sacagawea y el comerciante tuvieron un hijo varón.
Camino a la costa pacífica
En el primer lustro del siglo XIX, su marido fue contactado por los expedicionarios Lewis y Clark, quienes a pedido del presidente Jefferson debían encontrar la ruta más adecuada que llevara a la costa del Océano Pacífico. El presidente buscaba mediante esta expedición –que requería cruzar más de once estados norteamericanos– hallar el camino apropiado que llevara desde el Mississippi hasta el Océano Pacífico en el menor tiempo posible, con el encargo extra para Lewis y Clark de acercarse a las tribus nativas que eran hostiles a la conquista.
El marido de Sacagawea fue contratado por los expedicionarios. Él pensaba que si el viaje se concretaba iba a ser indispensable llevar consigo a su mujer, ya que podría ayudar a comerciar todo tipo de entradas a los pueblos indígenas que habitaban las partes indómitas de Estados Unidos.
Así es como Sacagawea pasó no sólo a ser “la voz” de los expedicionarios (conocía y podía traducir varios idiomas indígenas), sino que además se convirtió en el puente cultural obligado para cada actividad del grupo. Sacagawea cruzó montañas, ríos y bosques junto a su marido y su pequeño hijo llamado Pompei, a quien llevó cargado en sus espaldas durante toda la expedición.
Con respecto al nombre del niño hay varias fuentes que se diferencian, algunos dicen que se llamaba Jean Baptista y que fue Clark quien lo apodó Pompy; otros dicen que Sacagawea le puso Pomp, ya que en su lengua madre, significaba “el primer viajero”.
El conocimiento de esta viajera, no sólo los guió, sino que además los protegió. Al ser nacida dentro de una tribu indígena, Sacagawea tenía amplios conocimientos sobre plantas medicinales y curativas, sabiduría que en varias ocasiones tuvo que aplicar durante la exploración de Dakota del norte. Su hijo fue un gran talismán, ya que siempre en las tribus locales solía causar una impresión pacífica, por lo que los forasteros no eran tratados de manera agresiva.
El momento más difícil y especial del viaje para Sacagawea fue la llegada a su tribu original, donde estuvieron asentados durante varios días esperando la llegada de Lewis que venía retrasado. Ella se quedó junto a su marido y su hijo los primeros días de espera mientras Clark intentaba negociar el paso y aprovisionamiento con el jefe de la tribu, hasta que Sacagawea observó atentamente al jefe y le dijo: ¡Camehawait! Y es que el jefe de la tribu a la que ella pertenecía y que tan difícil resultaba en sus negociaciones... ¡era su hermano de sangre!
Luego de esta maravillosa coincidencia, Sacagawea estaba con sentimientos encontrados, ya que por un lado le hubiera gustado dejar la expedición y quedarse junto a su tribu... pero llena de coraje, decidió seguir el viaje. Tuvo que negociar duramente con su hermano el aprovisionamiento y transporte para continuar con la expedición, demostrando sus dotes naturales para la diplomacia.
Los resultados de la exploración
La exploración llevada a cabo por esta viajera junto a su marido, su hijo y los dos aventureros contratados por el gobierno fue de gran ayuda para el reconocimiento del terreno norteamericano y para tomar posesión de territorios antes desconocidos. Sacagawea había recorrido unos 7,500 kilómetros, a pie a veces y en botes o canoas cuando viajaban por los grandes ríos.
Gracias a esta expedición –la primera de forma oficial en cruzar Norteamérica– Estados Unidos anexó de forma definitiva el territorio de Oregon y Luisana. El presidente Jefferson quedó tan satisfecho con la proeza que nombró a Lewis gobernador de Luisiana; pero la suerte de Lewis duró poco ya que dos años más tarde murió misteriosamente en un viaje hacia la capital.
Un desenlace paradójico
No hay datos certeros sobre el final de esta genial exploradora. Al parecer, una vez terminada la exploración, Sacagawea se instaló en un fuerte con su esposo y algunos expedicionarios más. Otras fuentes dicen que en el transcurso de este tiempo había tenido una niña y que para el momento de su muerte, su marido estaba de viaje. Los que dan esta teoría por cierta, aseguran que uno de los expedicionarios que convivía con Sacagawea y su familia en el fuerte, se hizo cargo de los dos niños cuando la indígena murió de difteria. Sin embargo, los niños de Sacagawea estuvieron con este nuevo padre adoptivo únicamente durante tres años, ya que él también falleció.
Cuando los niños quedaron desprotegidos, Clark, encariñado por todo lo vivido con esta familia, los adoptó. Otros piensan que la niña que nació en el fuerte era hija de la otra mujer de Charbonneau: una indígena también del grupo Sheshone, que el marido de Sacagawea había adquirido en condiciones similares a las que se produjeron con ella, y que la que falleció en 1812 fue justamente esta mujer.
En realidad, nunca se supo a ciencia cierta en qué año murió la indígena, pero se cree que fue para 1812; sin embargo, una anciana que decía ser ella, vivió hasta 1884 en una reserva natural de la tribu originaria de Sacagawea.
Lo que nos dejó
Sacagawea dejó en el pueblo norteamericano un marcado ejemplo de valentía y coraje. De generación en generación los padres transmiten esta historia a sus hijos que enardece la valentía de esta mujer, que haciendo honor a su nombre y llevándolo bien alto, puso alas a esta expedición y abrió así las puertas de su tierra.
No hay fotos ni retratos de la gran exploradora, pero un artista se encargó de imaginarla y retratarla, seguramente conmovido por su valentía y por qué no, movido por sus sentimientos patrios. Hoy en día la moneda de un dólar estadounidense lleva inmortalizado aquel retrato de Sacagawea y su pequeño niño, además de encontrarse en todo el territorio estatuas, arroyos, lagos, parques, canciones, baladas y poemas que honran a Sacagawea más que a cualquier otra mujer en la historia norteamericana.
En 1786 nace una niña en una tribu indígena de Norteamérica. La criatura era especial y ya en su madurez, lejos de perderse entre el rol de las mujeres de su clan o pasar al anonimato y quedar simplemente como una persona más de la tribu Shoshone –que habitaban lo que es hoy el estado de Idaho-, Sacagawea –que en su lengua significa “mujer pájaro”– con tan sólo veinte años, resaltó sobre el resto de su tribu acompañando y guiando a los expedicionarios Meriwether Lewis y William Clark en sus viajes de exploración.
La belleza indígena puso luces en el camino de los aventureros indicando los pasos a seguir para explorar las costas del Océano Pacífico de Norteamérica, pasando así a formar parte de algunos de los viajes más importantes que abrieron paso al reconocimiento del territorio en este nuevo continente.
Pero la historia de Sacagawea empieza desde mucho antes. Ya desde el comienzo de su vida se vio signada por la necesidad de adaptarse y crecer para superar los problemas que fueron surgiendo en su vida.
Siendo aún una niña de 12 años, fue raptada por miembros de una organización tribal hostil a su grupo originario, los Hidatsa, quienes más tarde la dieron como parte de pago en una transacción comercial con un canadiense, Toussaint Charbonneau, que fue un descendiente de franceses dedicado al comercio de pieles.
Los años transcurrieron y este comerciante decidió convertirla en su esposa. Así es como al poco tiempo y con tan sólo 16 años, Sacagawea y el comerciante tuvieron un hijo varón.
Camino a la costa pacífica
En el primer lustro del siglo XIX, su marido fue contactado por los expedicionarios Lewis y Clark, quienes a pedido del presidente Jefferson debían encontrar la ruta más adecuada que llevara a la costa del Océano Pacífico. El presidente buscaba mediante esta expedición –que requería cruzar más de once estados norteamericanos– hallar el camino apropiado que llevara desde el Mississippi hasta el Océano Pacífico en el menor tiempo posible, con el encargo extra para Lewis y Clark de acercarse a las tribus nativas que eran hostiles a la conquista.
El marido de Sacagawea fue contratado por los expedicionarios. Él pensaba que si el viaje se concretaba iba a ser indispensable llevar consigo a su mujer, ya que podría ayudar a comerciar todo tipo de entradas a los pueblos indígenas que habitaban las partes indómitas de Estados Unidos.
Así es como Sacagawea pasó no sólo a ser “la voz” de los expedicionarios (conocía y podía traducir varios idiomas indígenas), sino que además se convirtió en el puente cultural obligado para cada actividad del grupo. Sacagawea cruzó montañas, ríos y bosques junto a su marido y su pequeño hijo llamado Pompei, a quien llevó cargado en sus espaldas durante toda la expedición.
Con respecto al nombre del niño hay varias fuentes que se diferencian, algunos dicen que se llamaba Jean Baptista y que fue Clark quien lo apodó Pompy; otros dicen que Sacagawea le puso Pomp, ya que en su lengua madre, significaba “el primer viajero”.
El conocimiento de esta viajera, no sólo los guió, sino que además los protegió. Al ser nacida dentro de una tribu indígena, Sacagawea tenía amplios conocimientos sobre plantas medicinales y curativas, sabiduría que en varias ocasiones tuvo que aplicar durante la exploración de Dakota del norte. Su hijo fue un gran talismán, ya que siempre en las tribus locales solía causar una impresión pacífica, por lo que los forasteros no eran tratados de manera agresiva.
El momento más difícil y especial del viaje para Sacagawea fue la llegada a su tribu original, donde estuvieron asentados durante varios días esperando la llegada de Lewis que venía retrasado. Ella se quedó junto a su marido y su hijo los primeros días de espera mientras Clark intentaba negociar el paso y aprovisionamiento con el jefe de la tribu, hasta que Sacagawea observó atentamente al jefe y le dijo: ¡Camehawait! Y es que el jefe de la tribu a la que ella pertenecía y que tan difícil resultaba en sus negociaciones... ¡era su hermano de sangre!
Luego de esta maravillosa coincidencia, Sacagawea estaba con sentimientos encontrados, ya que por un lado le hubiera gustado dejar la expedición y quedarse junto a su tribu... pero llena de coraje, decidió seguir el viaje. Tuvo que negociar duramente con su hermano el aprovisionamiento y transporte para continuar con la expedición, demostrando sus dotes naturales para la diplomacia.
Los resultados de la exploración
La exploración llevada a cabo por esta viajera junto a su marido, su hijo y los dos aventureros contratados por el gobierno fue de gran ayuda para el reconocimiento del terreno norteamericano y para tomar posesión de territorios antes desconocidos. Sacagawea había recorrido unos 7,500 kilómetros, a pie a veces y en botes o canoas cuando viajaban por los grandes ríos.
Gracias a esta expedición –la primera de forma oficial en cruzar Norteamérica– Estados Unidos anexó de forma definitiva el territorio de Oregon y Luisana. El presidente Jefferson quedó tan satisfecho con la proeza que nombró a Lewis gobernador de Luisiana; pero la suerte de Lewis duró poco ya que dos años más tarde murió misteriosamente en un viaje hacia la capital.
Un desenlace paradójico
No hay datos certeros sobre el final de esta genial exploradora. Al parecer, una vez terminada la exploración, Sacagawea se instaló en un fuerte con su esposo y algunos expedicionarios más. Otras fuentes dicen que en el transcurso de este tiempo había tenido una niña y que para el momento de su muerte, su marido estaba de viaje. Los que dan esta teoría por cierta, aseguran que uno de los expedicionarios que convivía con Sacagawea y su familia en el fuerte, se hizo cargo de los dos niños cuando la indígena murió de difteria. Sin embargo, los niños de Sacagawea estuvieron con este nuevo padre adoptivo únicamente durante tres años, ya que él también falleció.
Cuando los niños quedaron desprotegidos, Clark, encariñado por todo lo vivido con esta familia, los adoptó. Otros piensan que la niña que nació en el fuerte era hija de la otra mujer de Charbonneau: una indígena también del grupo Sheshone, que el marido de Sacagawea había adquirido en condiciones similares a las que se produjeron con ella, y que la que falleció en 1812 fue justamente esta mujer.
En realidad, nunca se supo a ciencia cierta en qué año murió la indígena, pero se cree que fue para 1812; sin embargo, una anciana que decía ser ella, vivió hasta 1884 en una reserva natural de la tribu originaria de Sacagawea.
Lo que nos dejó
Sacagawea dejó en el pueblo norteamericano un marcado ejemplo de valentía y coraje. De generación en generación los padres transmiten esta historia a sus hijos que enardece la valentía de esta mujer, que haciendo honor a su nombre y llevándolo bien alto, puso alas a esta expedición y abrió así las puertas de su tierra.
No hay fotos ni retratos de la gran exploradora, pero un artista se encargó de imaginarla y retratarla, seguramente conmovido por su valentía y por qué no, movido por sus sentimientos patrios. Hoy en día la moneda de un dólar estadounidense lleva inmortalizado aquel retrato de Sacagawea y su pequeño niño, además de encontrarse en todo el territorio estatuas, arroyos, lagos, parques, canciones, baladas y poemas que honran a Sacagawea más que a cualquier otra mujer en la historia norteamericana.
martes, abril 10, 2007
EL DATO CURIOSO
1.281 puentes se han construido en Amsterdam. El más famoso es el Magere Brug, levantado originalmente en el siglo 17.
sábado, abril 07, 2007
martes, abril 03, 2007
LOS AÑOS PASAN VOLANDO
Nuevamente les transcribo una publicación que apareció en el Domingo en Viaje de el Mercurio, en la sección "poste restante", la cual me pareció interesante compartir.
Si mal no recuerdo, el cuento era así; si un astronauta viajaba muy lejos, a varios años luz de distancia, al regresar advertía que amigos y familiares habían envejecido de sopetón. Pero él -el Odiseo estelar- estaba igual de lozano que cuando partió. Qué envidia. Qué rabia. Qué ganas de que las cosas fueran así en cualquier vuelo doméstico. Pero no. Lo cierto es que basta tomar un avión, no sé, a Antofagasta, para que de pronto te des cuenta de que ya no eres el mismo. Pocas millas se necesitan para que lenta, casi imperceptiblemente, acortes la ruta que te convierte en abuelo.
No me digan que no: viajar educa, entretiene, relaja, lo que quieran. Pero además suma años. ¿Viajas a Europa? Acéptalo: tendrás más papada. ¿A China? Más canas. ¿A Buenos Aires? Si no vas por cirugía, seguro que más flaccidez. ¿Una prueba de lo que estoy diciendo? Pues la sala de redacción de esta revista. Ellos no se dan cuenta, claro, porque pasan viajando. Pero uno que los ve de tanto en tanto nota la diferencia. Pelo, ojos, labios han sufrido en las playas de Uruguay, Brasil, Roatán. El frío, el viento, el sol han hecho lo suyo en Mongolia, Alaska y Patagonia. No sé que dirán los médicos pero uno lo nota: hasta el más simple viaje es signo de somnolencia, fatiga, pérdida de memoria, problemas con la barriga, mal genio y, lo peor, serios problemas para dormir. Okey: vas a Hamburgo y el viaje no estará completo si no conoces el barrio rojo, pero el punto no es cuán agitado quieras estar. Simplemente hay algo físico en arrastrar la maleta, subir y bajarse del bus, del taxi, de la carreta, ver mapas, preguntarse una y otra vez ¿estoy en la dirección correcta?, ¿estoy? Para qué hablar del poco estudiado efecto del estré que significa el continuo cambio de W.C.
Soy un convencido: así como las tabacaleras advierten cuál peligroso es fumar, las aerolíneas deberían pegar un sticker que diga: este vuelo te hace más viejo. Qué mejor prueba de ello que la disritmia circadiana. El bien conocido jet-lag. Ese tremendo desbarajuste que produce curzar usos horarios, un asunto más que estudiado. La glándula pineal enloquece. El reloj biológico se va a las pailas. ¿Resultado? La luz de la mañana activa, la del ocaso aletarga. Tanto que, según dicen, se necesita al menos un día por cada meridiano cruzado para poderse adaptar. Claro que nunca se logra del todo. El daño celular ya está. Los cambios en el ciclo del sueño han hecho lo suyo. Otro tanto el desbarajuste hormonal.
Dicen que tomar precauciones ayuda. Entre ellas beber mucha agua y, en el eavión, evitar el café y el consumo de grasa. Incluso he leído que pellizcarse las fosas nasales no está nada de mal. Y, como sea, dormir en el vuelo. Luego, ya en destino, hay que comportarse como lor de Nastizol. Es duro pero hay que aguantar. Hay que hablar, caminar, luego internarse en el hotel y zamparse al menos una pastilla melatonina: la verdadrea pastilla del día después.
¿Santo remedio? Vale la confesión: si no he probado todo, casi. ¿Sirve? No creo. Hay que acostumbrarse a la idea. Los años pasan volando y no sólo millas gana el viajero frecuente. Arrugas también. Nadie debiera obviarlo en el presupuesto.
Sergio Paz
Si mal no recuerdo, el cuento era así; si un astronauta viajaba muy lejos, a varios años luz de distancia, al regresar advertía que amigos y familiares habían envejecido de sopetón. Pero él -el Odiseo estelar- estaba igual de lozano que cuando partió. Qué envidia. Qué rabia. Qué ganas de que las cosas fueran así en cualquier vuelo doméstico. Pero no. Lo cierto es que basta tomar un avión, no sé, a Antofagasta, para que de pronto te des cuenta de que ya no eres el mismo. Pocas millas se necesitan para que lenta, casi imperceptiblemente, acortes la ruta que te convierte en abuelo.
No me digan que no: viajar educa, entretiene, relaja, lo que quieran. Pero además suma años. ¿Viajas a Europa? Acéptalo: tendrás más papada. ¿A China? Más canas. ¿A Buenos Aires? Si no vas por cirugía, seguro que más flaccidez. ¿Una prueba de lo que estoy diciendo? Pues la sala de redacción de esta revista. Ellos no se dan cuenta, claro, porque pasan viajando. Pero uno que los ve de tanto en tanto nota la diferencia. Pelo, ojos, labios han sufrido en las playas de Uruguay, Brasil, Roatán. El frío, el viento, el sol han hecho lo suyo en Mongolia, Alaska y Patagonia. No sé que dirán los médicos pero uno lo nota: hasta el más simple viaje es signo de somnolencia, fatiga, pérdida de memoria, problemas con la barriga, mal genio y, lo peor, serios problemas para dormir. Okey: vas a Hamburgo y el viaje no estará completo si no conoces el barrio rojo, pero el punto no es cuán agitado quieras estar. Simplemente hay algo físico en arrastrar la maleta, subir y bajarse del bus, del taxi, de la carreta, ver mapas, preguntarse una y otra vez ¿estoy en la dirección correcta?, ¿estoy? Para qué hablar del poco estudiado efecto del estré que significa el continuo cambio de W.C.
Soy un convencido: así como las tabacaleras advierten cuál peligroso es fumar, las aerolíneas deberían pegar un sticker que diga: este vuelo te hace más viejo. Qué mejor prueba de ello que la disritmia circadiana. El bien conocido jet-lag. Ese tremendo desbarajuste que produce curzar usos horarios, un asunto más que estudiado. La glándula pineal enloquece. El reloj biológico se va a las pailas. ¿Resultado? La luz de la mañana activa, la del ocaso aletarga. Tanto que, según dicen, se necesita al menos un día por cada meridiano cruzado para poderse adaptar. Claro que nunca se logra del todo. El daño celular ya está. Los cambios en el ciclo del sueño han hecho lo suyo. Otro tanto el desbarajuste hormonal.
Dicen que tomar precauciones ayuda. Entre ellas beber mucha agua y, en el eavión, evitar el café y el consumo de grasa. Incluso he leído que pellizcarse las fosas nasales no está nada de mal. Y, como sea, dormir en el vuelo. Luego, ya en destino, hay que comportarse como lor de Nastizol. Es duro pero hay que aguantar. Hay que hablar, caminar, luego internarse en el hotel y zamparse al menos una pastilla melatonina: la verdadrea pastilla del día después.
¿Santo remedio? Vale la confesión: si no he probado todo, casi. ¿Sirve? No creo. Hay que acostumbrarse a la idea. Los años pasan volando y no sólo millas gana el viajero frecuente. Arrugas también. Nadie debiera obviarlo en el presupuesto.
Sergio Paz