EL VIAJE COMO PRETEXTO DE ESCAPE
Hay diferentes viajes: el del descubrimiento, el del inmigrante y el viaje hacia nuestro interior. El viaje es en sí mismo un pretexto de escape, lo que cabe preguntarnos es por qué sentimos esas ansias incontrolables de viajar, de conocer lo que desconocemos, de huir… en función de qué el viajero elige su destino y a qué se debe que generalmente sean los jóvenes los que se lanzan a la aventura.
“El viaje nos convierte en seres libres, hace posible que nos veamos detenidos en el espejo del tiempo, mientras el mundo corre a nuestro lado”. Javier Reverte, escritor español.
Todos buscamos algún paliativo que nos haga olvidar, por un instante siquiera, la abrumadora vida cotidiana. Sin duda, viajar es una de las mejores salidas justo en el momento cuando estamos al borde del colapso. El escritor inglés Graham Greene decía “...viajar permite huir de la rutina diaria, del miedo al futuro”. Es justamente esa oportunidad de escape lo que hace la vida más llevadera e impide entregarse a la desesperación.
Ello explica el por qué los adolescentes y jóvenes no desperdician cualquier oportunidad para viajar. El lugar muchas veces pasa a un segundo plano. Lo principal es liberarse del tedio amenazador.
El viaje del descubrimiento
No todos los viajes son una salida desesperada. También hay quienes parten motivados por conocer nuevas geografías y culturas, escabullirse en calles desconocidas y pintorescas; entablar conversación con personajes que ven el mundo de una forma distinta a la nuestra; o tal vez quedar conmovidos por algún paisaje acogedor.
El viaje ideal sería aquel que nos libre de lo cotidiano para enfrentarnos a la infinita experiencia de conocer otras realidades. Es que el viaje es una herramienta muy útil, que nos abre los ojos a un mundo mucho más amplio y complejo de lo que pensamos, donde todos nuestros temores quedan sin fundamento y nos hace más tolerantes con otros seres humanos.
Partida sin retorno
Definamos términos. Un emigrante es aquel que parte sin la perspectiva de retorno. Es el que viaja impulsado por la búsqueda de oportunidades. Este personaje tiende a la añoranza por su pueblo y le cuesta adaptarse a una nueva realidad.
El turista viaja siempre con un rumbo y tiempo establecido. Ya sabe de antemano lo que encontrará al llegar. En cambio, el viajero no tiene una ruta específica. Su destino puede cambiar de un momento a otro. Siempre está dispuesto a experiencias inesperadas. Aunque tarde o temprano siempre regresa a algún sitio.
Pero ¿todo viajero tiene la voluntad de retornar? Todos vuelven, pero no siempre. Existen viajes en que el regreso es imposible. Kafka dijo en algún momento de su vida: “Existe un punto tan distante entre el lugar de partida, que una vez alcanzado es más fácil seguir adelante que intentar un regreso”.
Viaje al interior
Un viaje sin retorno puede darse por la falta de una ruta como por la desalentadora ausencia de un camino interior, esa búsqueda del alma que nos conduce a quién sabe dónde. Y es que cuando el viajero parte para encontrarse a sí mismo, esa búsqueda logra cambiarlo al punto que la posibilidad de regresar se hace cada vez más lejana.
Un viaje puede ser algo más que una vuelta en u, donde todos retornan al mismo punto. También se puede transformar en una vía donde hay curvas, desvíos, laberintos, agujeros o en el motivo de una fuga con señales de libertad.
Fernando Vilchez Santisteban
Periodista especializado en viajes
fernando@trochaverde.org